Un escritor en su laberinto
El dilema de un escritor que quiere ser leído y valorado a la vez
31 ene. 2021
Muchas veces me he planteado dejar de escribir. Supone una inversión de sacrificio, esfuerzo y sinsabores que solo los escritores pueden entender. En el mercado editorial no hay nada asegurado y parece que siempre nos estamos moviendo sobre arenas movedizas. Algunos suelen pensar que la edición de un libro por parte de una editorial supone pingües beneficios para el autor. Sin embargo, quienes suelen pensar así no recapacitan los pocos libros que compramos al año y que el autor apenas recibe – sin el gravamen de los impuestos – solo 10% de las ventas. A veces me sonroja la percepción de los que creen que hemos desembarcado en los libros para ganar dinero.
Los escritores sentimos que la literatura es una carrera de obstáculos en la que resisten aquellos que aman los libros y sienten la pasión de comunicar y compartir bullendo por las venas como la lava vertiéndose por las laderas. Entonces dan igual las dificultades, porque escribir es un milagro que nos da sentido como seres humanos.
Así lo siento yo.
Suelo confesar que no escribo por escribir. La presión del mercado editorial, las modas, lo que vende… Es un ruido que no podemos rehuir a la hora de enfrentarnos a una página en blanco. Sin embargo, para mí no es lícito publicar cualquier cosa – ni de cualquier manera -. Con el paso de los años, necesito sentir que cada vez me supero un poco más y que en cada obra he dejado algo de mí. Necesito que quien lea mis libros no solo se entretenga, sino que sienta que le he aportado algo. Mis novelas suelen tener ese sustrato de sentido de la vida y destino. Es su adn. No me es suficiente con contar: necesito combinar la emoción, la trama y un lenguaje esmerado, lo suficientemente literario como para ser leído por todos, pero donde se aprecie el esfuerzo narrativo.
Los lectores suelen darte la bendición deseándote “muchos éxitos”. Para mí el éxito son las buenas críticas y sentir que quien ha leído un libro mío ha disfrutado profundamente.
Nadie sabrá de mí está escrita bajo estos principios. Al menos así lo he intentado. Muchos me han conocido como autor a partir de mis novelas históricas, pero sentía la necesidad de cambiar de género, de desembarcar en la novela contemporánea y literaria para llegar a más lectores. Siento que con este libro he dado un paso de madurez, demostrándome que soy capaz de escribir de forma diferente y explorar nuevas formas de tramar. Quienes han leído la novela antes de que sea publicada reconocen que están, probablemente, ante mi mejor novela.
Al trabajar la contraportada con la editora, caímos en la dificultad que comporta contar algo de su contenido. Nadie sabrá de mí es un puzle bien engarzado, con sorpresas y encajes a su debido tiempo, y hablar mucho de ella comporta el riesgo de destriparla, misión que dejo para los lectores. Solo puedo decir que la sinopsis del libro se ajusta a la realidad de la obra, pero que Nadie sabrá de mí es mucho más que eso… Pero no lo puedo decir.
He procurado que de la voz sencilla de la protagonista, María, emergiese la poesía de lo cotidiano. A ella le verdaderamente le tocó vivir la posguerra española, cuando las jóvenes debían madurar rápidamente casi sin dejar de ser niñas. He procurado que en la atrocidad y la barbarie del coronel Azcona el lector pudiese descubrir la fragilidad y el amor. Para los lectores argentinos, el tema de la represión militar del año 1976 es tan recurrente que pueden sentirse espantados. Sin embargo, la historia de Isabel – otra de las protagonistas – está contada en este contexto, nada más, procurando centrarse en la ambigua relación sentimental entre un secuestrador y su secuestrada, sin entrar en juicios de valor. En definitiva, he procurado que de la voz de Isabel saliese un grito de angustia, pero también de esperanza. He procurado construir una trama que atrape y descoloque, pero buscando que cada escena sea especial y, a veces, conmovedora.
¿Qué puedo decir más? Me encantaría que le dieseis una oportunidad a esta novela. Cada lector, cada lectora – son ellas las que más me leen – es un milagro. El mercado oferta muchísimos libros excelentes. Elegir el mío es una satisfacción que nunca podré agradeceros lo suficiente. Gracias con antelación.